Tomado de la columna de la periodista Marielos Monzón, publicada en "Prensa Libre" el 14 de Diciembre de 2010
No conocí personalmente ni a Emilia Quan ni a Alaíde Foppa. Lo que sí conozco es de su trabajo y compromiso por transformar las estructuras injustas de nuestro país y defender los derechos humanos fundamentales. Emilia Quan, una joven socióloga guatemalteca, fue asesinada el pasado 7 de diciembre en Huehuetenango, tras haber sido secuestrada, junto a su piloto, Víctor López, por un grupo de hombres fuertemente armados.
Emilia trabajaba para el Centro de Estudios y Documentación de la Frontera Occidental de Guatemala (Cedfog), y antes formó parte del equipo de la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado (Odhag), de la Fundación Myrna Mack y de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), de donde es egresada. La Convergencia por los derechos humanos en un comunicado hecho público se refiere a Emilia como: “una mujer vital y comprometida, defensora de derechos humanos, además de académica”.
Alaíde Foppa, poeta, periodista, crítica literaria y de artes plásticas, académica universitaria y feminista, fue secuestrada, junto a su piloto, Leocadio Ajtún Chiroy, el 19 de diciembre de 1980. Desde entonces no volvió a saberse nada de su paradero. Alaíde fue catedrática en la Facultad de Humanidades de la Usac, periodista en El Imparcial y directora del Instituto de Cultura Italiana en Guatemala. Fundó la cátedra de Sociología de la Mujer en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Nacional Autónoma de México (Unam), y al momento de su desaparición llevaba 12 años produciendo y conduciendo el programa de radio Foro de la Mujer, en la emisora de esa universidad. “La defensa de los derechos de la mujer ocupó cada vez más espacio en su vida: fue cofundadora y coeditora de la revista Fem, con Elena Poniatowska y Margarita García Flores”, señala su hijo, Julio Solórzano, en un reciente artículo publicado en México sobre la desaparición de su madre.
Estas dos mujeres, comprometidas con su país y con su pueblo, fueron víctimas de la intolerancia y la violencia irracional que vivimos en Guatemala. El secuestro de Alaíde —que no ha sido esclarecido— y el reciente asesinato de Emilia —30 años después de la desaparición forzada de Alaíde— son una muestra del accionar de las estructuras criminales que siguen actuando impunemente y sembrando terror en este país. A sus nombres se suman el de miles de hombres y mujeres masacrados, asesinados, torturados y desaparecidos durante los años de la guerra y el de miles más que engrosan las cifras de muertos anualmente en nuestro país.
En noviembre, la familia Solórzano Foppa solicitó al MP y a la CSJ que se inicie un proceso penal por la desaparición forzada de Alaíde y Leocadio, su piloto. Exigen que se haga justicia, aunque la misma llegue tres décadas después, porque el olvido y la impunidad no permiten la construcción del estado de Derecho ni de una sociedad verdaderamente democrática.
Emilia y Alaíde son un símbolo de lucha, de valentía y de compromiso. Su luz nos acompañará siempre, porque, como dice Eduardo Galeano: “… hay fuegos que arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear y quien se acerca se enciende”. Su muerte no puede y no debe quedar impune, como no debería quedar impune ningún hecho de violencia en Guatemala. Hoy tenemos esperanza, el reciente nombramiento de Claudia Paz y Paz como fiscal general y jefa del MP es una ventana para la justicia y la lucha contra la impunidad en este país de tristes corazones.
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