Nota periodística de Julián Miglierini publicada en el sitio web de "BBC MUNDO" el 15 de Diciembre de 2010.
Terremotos, guerra civil, huracanes, crisis políticas: Guatemala es un país acostumbrado a los cimbronazos. Hoy, el país se sacude ante un nuevo enemigo: los carteles del narcotráfico.
El fenómeno del tráfico de drogas no es nuevo para Guatemala: su ubicación geográfica y su porosa frontera con México la ha hecho durante años una parada preferida para las drogas que tienen a Estados Unidos como destino final.
Pero lo preocupante, ahora, es que según varios informes los poderosos y sofisticados carteles mexicanos han decidido mudar parte de sus operaciones a territorio guatemalteco.
"La violencia de las drogas está cruzando la frontera (entre México y Guatemala) ya que la dura postura del gobierno mexicano está empujando a organizaciones notorias como los Zetas hacia el sur", afirma un informe del Departamento de Estado de Estados Unidos de principios de este año.
Y eso genera temor en un país considerado uno de los más violentos del mundo.
Durante años la capital guatemalteca ha sido considerada una de las más peligrosas del mundo.
En Guatemala hay 52 homicidios por cada 100,000 habitantes: en México, esa cifra es de 14 homicidios por cada 100,000 habitantes mientras que es Estados Unidos es 5,4.
Las cifras se hacen aún más preocupantes cuando, según datos de Naciones Unidas, más del 95% de esos homicidios quedan en la impunidad.
Además, según expertos, los altos índices de pobreza en el país y el legado de los más de 30 años de conflicto armado interno -que llegó a su fin en 1996- hacen de Guatemala un caldo de cultivo ideal para el reclutamiento de jóvenes a las filas del crimen organizado.
Todo parece indicar que Guatemala se enfrenta a una "tormenta perfecta", y desde el gobierno, no hay duda del desafío.
"Tenemos que poder enfrentar esta agresión", afirmó el presidente Álvaro Colom en entrevista con BBC Mundo.
Como indicador indirecto de la mayor presencia de narcotraficantes, muchos miran al número de confiscaciones de drogas en territorio guatemalteco: entre 2008 y 2009, esa cifra se duplicó, según estimaciones del gobierno estadounidense.
Pero la presencia de estos nuevos grupos en el escenario es también más visible.
En las zonas del país cercanas a la frontera con México, como los departamentos de Alta Verapaz, Huehuetenango y el Petén, "se empiezan a ver ejércitos de hombres armados con armas de grueso calibre", asegura Norma Cruz, de la Fundación Sobrevivientes.
"Son áreas que tradicionalmente han tenido presencia del narcotráfico en las que ahora hay una serie de confrontaciones entre los mismo carteles, porque de alguna manera los grupos mexicanos están desplazando a los grupos nacionales", agrega.
Esto se traduce en más violencia: 2009 fue, según cifras oficiales, el año con la mayor cantidad de muertes violentas en la historia reciente de Guatemala.
Los números han descendido levemente en el último año, pero lo que sí parece estar mutando es la modalidad de esta violencia.
En un informe reciente, la organización no gubernamental Grupo de Apoyo Mutuo (GAM) asegura que en el mes de octubre, se produjeron 12 masacres que dejaron al menos 40 víctimas, el tipo de asesinatos colectivos que, según el GAM, "no se producían desde la dictadura militar".
Los expertos aseguran que estas masacres están relacionadas con la creciente sofisticación de los grupos criminales que operan en el país; según el propio gobierno, el narcotráfico causa 41% de la criminalidad.
Vínculos
La fragilidad de las instituciones guatemaltecas, admitida por los propios funcionarios del gobierno, hace que el país sea más vulnerable al poder de los narcotraficantes.
"De por sí en Guatemala se tiene una estructura débil, con pocos policías y poco ministerio público, entonces las pocas autoridades que están en el lugar o se adhieren a estos grupos, aceptando lo que ellos quieren, o de alguna manera son eliminados", asegura Cruz.
Esta infiltración del crimen organizado dentro de las instituciones no se limita a los funcionarios locales. A veces, llega hasta las más altas esferas.
Ya van dos jefes de la Policía Nacional Civil que han sido destituidos y arrestados en casos de corrupción y vínculos con narcotráfico; lo mismo ocurrió con la jefa antidrogas de la policía en marzo pasado.
Por lo pronto, el gobierno guatemalteco ha emprendido una titánica depuración de la policía que, según el propio presidente, estaba fuertemente infiltrada por el crimen organizado.
Al mismo tiempo, están reclutando nuevos oficiales, con el objetivo de tener 30.000 efectivos al fin de su mandato.
Estrategia
Aún afirmando que los esfuerzos por detener la ola de violencia no han dado todo los resultados esperados, Colom defiende sus iniciativas y se muestra esperanzado.
"La inversión de seguridad de este gobierno ha sido fuerte", le dijo a BBC Mundo.
"Yo tengo la convicción de que si continuamos con la reforma policial, la reforma judicial, el fortalecimiento del ministerio público, la profesionalización de la policía en este gobierno y el próximo, esa amenaza debería reducirse".
El despliegue del ejército en lugares como el Petén, el bosque tropical en la frontera con Guatemala y Belice, ha sido una de las estrategias del gobierno para contrarrestar el uso del territorio guatemalteco por parte de los carteles de la droga.
Pero muchos temen que una militarización del combate al narcotráfico -como la que se decidió en México- podría ser contraproducente.
"Cuando se combate con algo tan grande como el crimen organizado, el Estado se somete a doble prueba. La primera es ganar la batalla contra el crimen organizado, y la segunda es ganarla manteniendo el Estado de derecho", asegura Francisco Dall'Anese, el actual titular de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG).
"En la medida en que se pretenda una solución violenta contra cualquier fenómeno, lo que se va a generar es más violencia", advierte Dall'Anesse.
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