Escrito para Plaza Pública, publicado en: http://plazapublica.com.gt/content/construyendo-ciudadania-para-fortalecer-la-justicia
En las últimas semanas la sociedad guatemalteca se ha visto conmocionada por la desaparición de Cristina Siekavizza, y aún más indignación causó la aprehensión de la trabajadora de casa, la señora Olga Say de 24 años de edad, originaria de Totonicapán, quien guarda prisión preventiva.
Una primera enseñanza positiva, es que se rompen los mitos de que la violencia contra la mujer es exclusividad de un sector de la población: de los pobres, de los que no tuvieron acceso a la educación.
En esta primera nota que escribo para Plaza Pública, a quienes agradezco el espacio que se me ha brindado, no entraré a comentar el caso en sí, no solo porque está bajo reserva judicial, sino porque ya bastante han publicado los medios de comunicación. Más bien, quiero hacer énfasis en aquellos elementos negativos como positivos que está dejando el caso a la sociedad guatemalteca y al sistema de justicia. Lamentablemente, en Guatemala los avances o transformaciones se han producido a un precio muy alto. Por eso, de cada caso como sociedad tenemos la responsabilidad de verlo como el caso de todos, no es únicamente el de la familia que está sufriendo de forma directa. Recordemos que vivimos en sociedad, en comunidad, a pesar de que la violencia ha generado temor y desconfianza y eso a su vez rompe el entretejido social, y eso nos hace más vulnerables, porque nos aislamos.
Una primera enseñanza positiva, es que se rompen los mitos de que la violencia contra la mujer es exclusividad de un sector de la población: de los pobres, de los que no tuvieron acceso a la educación. Y confirma lo que he manifestado siempre en materia de violencia contra la mujer en Guatemala: no hay exclusión, las mujeres somos iguales. Se tiene la falsa idea de que las mujeres de una posición económica más desahogada tienen mayores recursos para enfrentar la violencia en el hogar, y no es así. Lo que yo he podido conocer es que en ellas el sentimiento de vergüenza es mayor, así como la opresión y el control porque el agresor cuenta con mayores recursos. Este es un caso más en donde el no identificar a tiempo la violencia y denunciarla, trae consecuencias fatales.
Hay quienes piensan que este caso se ha convertido en paradigmático, porque Cristina pertenecía a cierta clase social al igual que su esposo y eso ha generado una mayor movilización tanto de medios de comunicación como social, Creo que esta es otra enseñanza positiva del caso y es que la familia, los amigos y amigas de Cristina y en general de las personas que conocen a la familia Siekavizza rompieron el silencio, superaron el temor y se unieron en una causa común para encontrar a Cristina, esclarecer lo sucedido y que se haga justicia. Y a este clamor se sumó la ciudadanía que conoce por los medios de comunicación lo sucedido, es increíble la cantidad de llamadas que recibe y recibimos de apoyo de personas que no conocen a la familia ni a Cristina. Esto nos dice que es posible en Guatemala recuperar la solidaridad y movilizarnos en función de cerrar filas en torno a un hecho de violencia con acciones concretas cada quien desde su espacio.
Esta manifestación la hemos vivido en otros casos, tanto en el área rural como en áreas marginales a pesar del peligro que eso puede significar, y con el caso de Cristina empieza a despertar un sector de la sociedad que hoy comprende mejor lo que viven cientos de guatemaltecos y guatemaltecas día a día con la violencia que se vive y ellos se han sumado a decir: “Alto a la violencia y a la impunidad”.
Una tercera enseñanza, y que tiene que ver en la forma en que los guatemaltecos y guatemaltecas hemos construido nuestro concepto de ciudadanía, esencialmente marcado por el clima de inseguridad, de falta de transparencia, de impunidad. Una ciudadanía ejercida con limitaciones, centrada esencialmente en aceptar la limitación en el ejercicio de nuestros derechos y por ello prevalece el silencio, ya sea por indiferencia o temor. Y por ello cuando somos víctimas de algún hecho de violencia o presenciamos un hecho de violencia, preferimos guardar silencio: no vimos, no escuchamos, no sabemos nada. Y es comprensible, queremos evitarnos problemas, riesgos, pero además la desconfianza hacia el sistema es tan grande que estamos de entrada convencidos de que lo que aportemos no va a servir de nada y todo va a quedar igual.
Pero esta actitud entra en contradicción con el clamor que hacemos porque cese la impunidad, por el clamor de que se haga justicia. Al mismo tiempo cuestionamos al ente investigador y a la policía y a los jueces por dejar libres a los delincuentes. Queremos justicia, pero no queremos ser parte de ella, y eso no puede ser posible: tenemos que arriesgarnos en todos los sentidos; desde denunciar, contribuir a la investigación con lo que sabemos, y llegar hasta el final del proceso. Podrán decir que es fácil decirlo, pero tenemos grandes ejemplos en Guatemala, como es el caso de doña Aura Suruy, una mujer humilde, trabajadora de casa que se puso al frente para que se hiciera justicia en el caso de sus tres niñas. El caso de los padres de Keneth Alexis; Rosita, de Chiquimula, por el asesinato de su única hija, Alba Michelle; o de la familia de Rosa María y Ana Sofia Ceceña y ahora la familia de Cristina.
Y toco este punto porque va muy de la mano de la detención de la señora Olga Say. Como es del conocimiento de todos, ella estuvo presente en dos momentos álgidos del caso. La noche en que Cristina es vista por última vez en su casa, doña Olga estuvo bajo el mismo techo donde se dieron los hechos, en donde existen posibilidades de que se haya desarrollado un hecho de violencia, siendo imposible no haber visto algo o escuchado algo. Y un segundo momento, donde los niños son sustraídos por su padre ignorándose hasta el momento su paradero.
En este caso se le ha dado la oportunidad de que hable con la verdad narrando lo sucedido. Sin embargo, la respuesta ha sido negativa, y contrario a lo que se cree, ella contó en su primera declaración con el auxilio de dos abogadas particulares. En pocas palabras se encuentra en la situación actual por no contribuir al esclarecimiento de un hecho de violencia en donde se pudo haber atentado contra la vida de Cristina y la desaparición de dos menores que pudieran estar en situación de riesgo, ya que ellos también pudieron haber presenciado el hecho de violencia de que fuera objeto su madre.
En pocas palabras, su situación jurídica actual no se debe a que es pobre, sino a que oculta información fundamental para esclarecer un hecho delictivo. ¿Cuál es el aprendizaje? Guatemala está cambiando como consecuencia de la lucha de la sociedad organizada y no organizada que ha exigido erradicar la impunidad. Por lo tanto, yo ciudadano o ciudadana debo contribuir al esclarecimiento de un hecho delictivo si tengo información al respecto. No puedo quedarme callado(a) porque me vuelvo cómplice, encubro al o los responsables y eso es penado por la ley.
De por qué no se procede contra los padres, es sencillo: la ley los protege, no están obligados a declarar en contra de su hijo, así como todos estamos protegidos y no podemos declarar en contra de nosotros mismos. Ahora bien, esto no quiere decir que si llegaran a caer en conductas al margen de la ley para beneficiar o querer interferir en la aplicación de justicia no se pueda proceder. Y finalizo compartiéndoles que otro aporte de gran importancia es que este caso está visibilizando las redes que operan a lo interno del Organismo Judicial que tienen acceso a los casos desde lo administrativo. Es decir la depuración va más allá de los jueces, se necesita otro nivel de depuración, que debería ser más fácil porque está en manos de los magistrados de la Corte Suprema de Justicia.
En esta primera nota que escribo para Plaza Pública, a quienes agradezco el espacio que se me ha brindado, no entraré a comentar el caso en sí, no solo porque está bajo reserva judicial, sino porque ya bastante han publicado los medios de comunicación. Más bien, quiero hacer énfasis en aquellos elementos negativos como positivos que está dejando el caso a la sociedad guatemalteca y al sistema de justicia. Lamentablemente, en Guatemala los avances o transformaciones se han producido a un precio muy alto. Por eso, de cada caso como sociedad tenemos la responsabilidad de verlo como el caso de todos, no es únicamente el de la familia que está sufriendo de forma directa. Recordemos que vivimos en sociedad, en comunidad, a pesar de que la violencia ha generado temor y desconfianza y eso a su vez rompe el entretejido social, y eso nos hace más vulnerables, porque nos aislamos.
Una primera enseñanza positiva, es que se rompen los mitos de que la violencia contra la mujer es exclusividad de un sector de la población: de los pobres, de los que no tuvieron acceso a la educación. Y confirma lo que he manifestado siempre en materia de violencia contra la mujer en Guatemala: no hay exclusión, las mujeres somos iguales. Se tiene la falsa idea de que las mujeres de una posición económica más desahogada tienen mayores recursos para enfrentar la violencia en el hogar, y no es así. Lo que yo he podido conocer es que en ellas el sentimiento de vergüenza es mayor, así como la opresión y el control porque el agresor cuenta con mayores recursos. Este es un caso más en donde el no identificar a tiempo la violencia y denunciarla, trae consecuencias fatales.
Hay quienes piensan que este caso se ha convertido en paradigmático, porque Cristina pertenecía a cierta clase social al igual que su esposo y eso ha generado una mayor movilización tanto de medios de comunicación como social, Creo que esta es otra enseñanza positiva del caso y es que la familia, los amigos y amigas de Cristina y en general de las personas que conocen a la familia Siekavizza rompieron el silencio, superaron el temor y se unieron en una causa común para encontrar a Cristina, esclarecer lo sucedido y que se haga justicia. Y a este clamor se sumó la ciudadanía que conoce por los medios de comunicación lo sucedido, es increíble la cantidad de llamadas que recibe y recibimos de apoyo de personas que no conocen a la familia ni a Cristina. Esto nos dice que es posible en Guatemala recuperar la solidaridad y movilizarnos en función de cerrar filas en torno a un hecho de violencia con acciones concretas cada quien desde su espacio.
Esta manifestación la hemos vivido en otros casos, tanto en el área rural como en áreas marginales a pesar del peligro que eso puede significar, y con el caso de Cristina empieza a despertar un sector de la sociedad que hoy comprende mejor lo que viven cientos de guatemaltecos y guatemaltecas día a día con la violencia que se vive y ellos se han sumado a decir: “Alto a la violencia y a la impunidad”.
Una tercera enseñanza, y que tiene que ver en la forma en que los guatemaltecos y guatemaltecas hemos construido nuestro concepto de ciudadanía, esencialmente marcado por el clima de inseguridad, de falta de transparencia, de impunidad. Una ciudadanía ejercida con limitaciones, centrada esencialmente en aceptar la limitación en el ejercicio de nuestros derechos y por ello prevalece el silencio, ya sea por indiferencia o temor. Y por ello cuando somos víctimas de algún hecho de violencia o presenciamos un hecho de violencia, preferimos guardar silencio: no vimos, no escuchamos, no sabemos nada. Y es comprensible, queremos evitarnos problemas, riesgos, pero además la desconfianza hacia el sistema es tan grande que estamos de entrada convencidos de que lo que aportemos no va a servir de nada y todo va a quedar igual.
Pero esta actitud entra en contradicción con el clamor que hacemos porque cese la impunidad, por el clamor de que se haga justicia. Al mismo tiempo cuestionamos al ente investigador y a la policía y a los jueces por dejar libres a los delincuentes. Queremos justicia, pero no queremos ser parte de ella, y eso no puede ser posible: tenemos que arriesgarnos en todos los sentidos; desde denunciar, contribuir a la investigación con lo que sabemos, y llegar hasta el final del proceso. Podrán decir que es fácil decirlo, pero tenemos grandes ejemplos en Guatemala, como es el caso de doña Aura Suruy, una mujer humilde, trabajadora de casa que se puso al frente para que se hiciera justicia en el caso de sus tres niñas. El caso de los padres de Keneth Alexis; Rosita, de Chiquimula, por el asesinato de su única hija, Alba Michelle; o de la familia de Rosa María y Ana Sofia Ceceña y ahora la familia de Cristina.
Y toco este punto porque va muy de la mano de la detención de la señora Olga Say. Como es del conocimiento de todos, ella estuvo presente en dos momentos álgidos del caso. La noche en que Cristina es vista por última vez en su casa, doña Olga estuvo bajo el mismo techo donde se dieron los hechos, en donde existen posibilidades de que se haya desarrollado un hecho de violencia, siendo imposible no haber visto algo o escuchado algo. Y un segundo momento, donde los niños son sustraídos por su padre ignorándose hasta el momento su paradero.
En este caso se le ha dado la oportunidad de que hable con la verdad narrando lo sucedido. Sin embargo, la respuesta ha sido negativa, y contrario a lo que se cree, ella contó en su primera declaración con el auxilio de dos abogadas particulares. En pocas palabras se encuentra en la situación actual por no contribuir al esclarecimiento de un hecho de violencia en donde se pudo haber atentado contra la vida de Cristina y la desaparición de dos menores que pudieran estar en situación de riesgo, ya que ellos también pudieron haber presenciado el hecho de violencia de que fuera objeto su madre.
En pocas palabras, su situación jurídica actual no se debe a que es pobre, sino a que oculta información fundamental para esclarecer un hecho delictivo. ¿Cuál es el aprendizaje? Guatemala está cambiando como consecuencia de la lucha de la sociedad organizada y no organizada que ha exigido erradicar la impunidad. Por lo tanto, yo ciudadano o ciudadana debo contribuir al esclarecimiento de un hecho delictivo si tengo información al respecto. No puedo quedarme callado(a) porque me vuelvo cómplice, encubro al o los responsables y eso es penado por la ley.
De por qué no se procede contra los padres, es sencillo: la ley los protege, no están obligados a declarar en contra de su hijo, así como todos estamos protegidos y no podemos declarar en contra de nosotros mismos. Ahora bien, esto no quiere decir que si llegaran a caer en conductas al margen de la ley para beneficiar o querer interferir en la aplicación de justicia no se pueda proceder. Y finalizo compartiéndoles que otro aporte de gran importancia es que este caso está visibilizando las redes que operan a lo interno del Organismo Judicial que tienen acceso a los casos desde lo administrativo. Es decir la depuración va más allá de los jueces, se necesita otro nivel de depuración, que debería ser más fácil porque está en manos de los magistrados de la Corte Suprema de Justicia.
1 comentario:
Solicito a mi compelencia masoquista de cortejarme audazmente por mis escarnecedoras sexuales para resarcirme con los ventosos en mi rostro con los exorbitantes pantalones agudos de los simétricos dorsos de las tales para menguarme sexualmente de mi obsesion masoquista disimulada con mis suspicaces sexuales en mi hogar o en casa ajena féminamente exclusivas en cohabitarme (o en el caso de mi hogar sin mi madre y sin mi hermano) con mi consecuencia inmediata de hostigarme popularmente a solas en mi casa a través del perímetro de mis cimientos como remate menguante de frustarme sexualmente. Las candidatas deberán ser las secuestradoras de las bandas de plagiarios de mi colonia empezando por mi sector de mi casa y finalizando por el público en general de otras regiones en las redes sociales de mi cuenta en previas citas. Preferiblemente desearía a mi resarcimiento masoquista en la jornada matutina o vespertina en vez de la nocturna porque pago el impuesto del valor agregado IVA en la superintendencia de accion tributaria de Guatemala SAT para mi estado de coptacion con mis secuaces sexuales escarnecedoras.
Atentamente:
Jorge Vinicio Santos Gonzalez,
Documento de identificacion personal:
1999-01058-0101 Guatemala,
Cédula de Vecindad:
ORDEN: A-1, REGISTRO: 825,466,
Ciudadano de Guatemala de la América Central.
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