Fuente de texto y fotografías: Edición electrónica de diario "elPeriódico" del 15 de agosto de 2010. [http://www.elperiodico.com.gt/es/20100815/domingo/169788/]
La mujer salió por la puerta grande, con el recién nacido debajo del suéter, casi corriendo. Es la última imagen que la cámara captó: la del guardia que le abre la reja y la ladrona que escapa a zancadas. Desde entonces no se sabe nada de ella ni del niño.
El robo ocurrió el domingo 6 de junio de 2010 en la sala de maternidad del hospital Roosevelt. Una mujer vestida de enfermera le pide a una madre que le dé a su bebé para ponerle una vacuna. La madre le entrega al niño y se sienta a esperar. La ladrona sale por la emergencia de la maternidad, ya sin el uniforme, y desaparece para siempre.
La Policía detuvo anteayer al guardia que le abrió la puerta sin interrogarla ni registrarla. También aprehendió a la supervisora que tenía bajo su responsabilidad el servicio de enfermeras.
Hay detrás una investigación de dos meses y un expediente de más de mil hojas. Hay testimonios de personas que aquel día vieron a la mujer pasearse por el hospital. Hay una secuencia de videos en los que ella aparece con suéter, con uniforme, con blusa roja, en distintas horas y lugares. Hay una foto robot, informes, declaraciones y listados, pero no hay una sola pista de quién es la ladrona y de dónde puede estar el niño. Un niño que no alcanzó a tener nombre y al que sus padres cargaron tan sólo por algunas horas.
El caso generó mucho revuelo en el hospital Roosevelt, pero se mantuvo en reserva hasta esta semana. Hace varios años que no desaparecía un niño ahí. O al menos así. El robo más reciente que recuerda el personal es el de un menor raptado por una visitante. Apareció dos meses después y la mujer fue arrestada. Hace algunos años también hubo una confusión de recién nacidos: una madre iba a llevarse al niño equivocado, sin embargo, aclararon el malentendido a tiempo.
Pero un robo como este es la primera vez que sucede. [Fundación Sobrevivientes constató que ya en el año 2007 había denuncias de este tipo de crímenes, ver información completa] Es lo que recuerda la memoria colectiva del Roosevelt, uno de los 2 hospitales de referencia nacional por donde transitan 10 mil personas diarias. Una de ellas franqueó aquel día, sin ningún problema, los pocos controles de seguridad y evidenció lo fácil que es robarse a un niño, por la puerta grande, en menos de 3 minutos.
María Leticia Ispaché Reyes, de 28 años, su esposo, Hugo Adalberto Báchez Trigueros, un albañil de 30 años junto a su primer hijo en la precaria vivienda en que residen.
Sábado 5 de junio, 10:00 de la noche
María Leticia Ispaché Reyes, de 28 años, entra a la emergencia del hospital Roosevelt con dolores de parto. Ha llegado en ambulancia, desde una aldea de San José Pinula. La acompaña su marido, Hugo Adalberto Báchez Trigueros, un albañil de 30 años. Leticia da a luz a las 11:22 de la noche a un niño de 6 libras y 3 onzas que midió 52 centímetros. Fue un parto normal. A la 1 de la madrugada lo conoce: se lo llevan ya bañado, para que lo amamante. Ella lo revisa todo: le nota las manos largas y delgadas, el cabello y las cejas ralos. Y nota que tiene la boca como la de su primer hijo, de 3 años: un piquito en forma de corazón. Ambos se quedan dormidos hasta que amanece.
Domingo 6 de junio,
5:00 de la mañana
Una mujer joven, de aproximadamente un metro y medio de estatura, con el pelo teñido y figura rellena entra sola a la emergencia de la maternidad del Roosevelt, a las 5:02 de la mañana. Le cuelga un bolso grande y pesado del brazo izquierdo y debajo del suéter de lana se le nota una blusa celeste, estilo filipina, como la de las enfermeras.
Entra sin que nadie se lo impida. Se pasea por los pasillos oscuros y silenciosos y sale por el mismo lugar 9 minutos después.
Hugo Báchez ingresa casi al mismo tiempo, a las 5:22, por la misma puerta, a pedir información sobre su esposa. Pasó toda la noche en las afueras del hospital, cabeceando, durmiendo a ratos. Le indican que el niño está bien y que la hora de visita empieza a las 9:00 de la mañana.
6:21 horas
La mujer de suéter trata de ingresar por otro lugar: por la puerta principal del Roosevelt. El guardia, desparramado en su silla, le dice que no.
A las 6:55 regresa a la maternidad y vuelve a entrar. Es la tercera vez en el día que lo hace. Ya se ocultó la filipina dentro del pantalón. Se queda una hora dentro del hospital. Hora y media después ingresa por cuarta vez. Camina con la misma libertad. Es la hora de las visitas en el primer nivel. En la siguiente imagen aparece sin suéter, con la filipina celeste. Parece una enfermera.
Mediodía
Leticia se queda con su hijo toda la mañana. El bebé está envuelto en una colcha blanca con muñequitos. Está desnudo, sólo lo viste un pañal desechable. Su tía Flora le llevará la ropa al niño: prendas que estrenó años atrás Huguito, el hijo mayor de Leticia.
A media mañana Hugo, el padre, los entra a ver y conoce al niño. Lo carga un ratito, pero permanece en la sala de visitas más de una hora. Sale a buscar a la tía Flora y regresa solo a la 1:27 de la tarde. La tía aún va en camino, le explica a su mujer. Hugo propone que se lleven al niño así, con la colchita del hospital y Leticia se niega. Lo manda a conseguirle ropa. Hugo sale presuroso del hospital.
13:42
Mientras Hugo y Leticia conversaban sobre qué hacer con la ropa, la mujer de filipina celeste atraviesa, una vez más, el pasillo. Hugo sale a comprar la pijama a las 13:42 horas y de inmediato la falsa enfermera se le acerca a Leticia y le pregunta si ya vacunaron al bebé. Ella responde que no. “Préstemelo, lo voy a llevar a que lo vacunen”. Leticia le explica que ya le dieron de alta, que sólo está esperando a su esposo. “Esto no tarda, no se preocupe, ya se lo traigo”. La convence.
El bebé está dormido, pero abre los ojos cuando cambia de brazos. Es la última vez que lo ve su madre. La mujer camina hacia la emergencia de maternidad y a las 13:45 cruza la puerta con el bebé oculto debajo del suéter.
Veinte segundos después, el guardia, que acaba de colgar una llamada hecha desde la maternidad y otra llamada por celular, abre la puerta y sin cruzar palabras ni miradas, le abre la puerta.
A las 13:48, Hugo regresa con una pijamita verde en la mochila por la que pagó Q10. Esperarán a la falsa enfermera hasta que comiencen a preocuparse.
Le preguntarán a las otras enfermeras por el bebé y ellas responderán alarmadas que nadie está poniendo vacunas ahí, que por qué dieron al niño, que avisen a seguridad, que hay que buscarlo. La primera alerta se emitirá a las 14:40 horas, 55 minutos después de que la mujer de rojo salió corriendo con el niño.
En su declaración del 6 de junio de 2010, Leticia Ispaché describió así a la mujer que se llevó a su hijo recién nacido.
¿Por dónde empezar?
El 6 de junio había 41 mujeres internadas en la maternidad del Roosevelt. Leticia estaba en el primer piso, con 19 parturientas más. Había 100 enfermeras: 43 de ellas en el turno de la mañana; 23 médicos residentes; 20 agentes de seguridad y 5 empleados de limpieza. Casi 200 personas en total.
¿Por dónde empezar a investigar? Durante 15 días ininterrumpidos un equipo de la Unidad de Trata de Personas del Ministerio Público (MP) se sumergió en los pasillos del Roosevelt para encontrar pistas. La primera revisión de las cámaras no arrojó pistas. Tras una búsqueda minuciosa del operador de las cámaras, empezó a aparecer la mujer en uno y otro vídeo, a distintas horas.
El personal del hospital también comenzó a hablar. “Yo vi a una señora con filipina y pantalón beige y una bolsa negra, como de mercado”, refirió una enfermera. “Yo la vi hablando con mi compañera M.”, declaró otra a los investigadores. Y M.lo reconoció: “Vi a la mujer y me dio duda. Le pregunté a quién buscaba y respondió que a la paciente de la cama 16. Le indiqué que la visita finalizaba a las 12:00 horas y que por favor se saliera”. R., otra enfermera auxiliar, también la vio: “tenía el pelo liso, corto, gordita, morena”, la describió. Sin embargo, ninguna alertó a la seguridad del edificio.
Tres cosas coincidieron aquel domingo a las 13:30 horas: el egreso de las madres y sus hijos, el cambio de turno de las enfermeras auxiliares y el robo del bebé. La que raptó al niño conocía el hospital: sus entradas y salidas, sus horarios y debilidades. “Esto fue un hecho premeditado y no lo hizo una sola persona: fue una red”, opina el director ejecutivo del Roosevelt, Héctor Danilo Barrios Contreras. Él asumió el cargo en diciembre pasado, pero fue Director Técnico por 3 años. “Es la primera vez que esto pasa, agarró en fly a medio mundo”, asegura.
El hospital Roosevelt es considerado el más grande del país. Es una suerte de ciudadela de 32 manzanas que alberga a 9 mil 300 pacientes y emplea a más de 3 mil personas. Se calcula que por cada paciente llegan 4 visitantes. Sumados los proveedores, bomberos, periodistas y voluntarios, el hospital mantiene un flujo diario superior a 10 mil personas.
Un estudio realizado por la seguridad interna del hospital detectó en 2004 que se necesitaban 110 cámaras para vigilar las áreas principales. Actualmente hay sólo 28 funcionando. En junio la cifra era mayor, pero las tormentas eléctricas quemaron 15 cámaras. Otras funcionan caprichosamente. La que captó a la mujer con el bebé a veces se apaga porque ya tiene tostados los cables.
El Roosevelt tiene más de 20 entradas, pero no tiene la capacidad de cubrir todas con cámaras o personal. Y algunas no pueden estar cerradas debido a los planes de emergencia para sismos. Vista la seguridad en su conjunto, lo que resulta extraño es que no se hayan robado más niños antes.
Varias veces, asegura Barrios, han expuesto la necesidad de mejorar la seguridad del hospital. El Ministerio de Salud ha recibido propuestas de que les instalen más cámaras, puertas eléctricas, brazaletes electrónicos para los recién nacidos y carnés de ingresos.
Desde el robo del bebé el 6 de junio, el hospital puso en marcha las medidas preventivas que tiene la capacidad de implementar. Las enfermeras instruyen a las parturientas de que nunca, nunca dejen solos a sus hijos ni se los den a cualquiera. Se eliminaron las visitas para las mujeres que tuvieron un parto normal y se cambió la hora de egreso de 13:00 a 11:00 horas, para que no coincida con el cambio de turno. Ahora, también hay un agente de seguridad por nivel y los guardias tienen la orden de no dejar entrar o salir a nadie que no se identifique.
Sin embargo, durante la realización de este artículo, se pudo comprobar que persiste la vulnerabilidad en las entradas.
Bastó con indicarle al guardia que el visitante iba a la dirección ejecutiva, para que permitiera el paso. Ya adentro fue posible caminar sin cuestionamientos por cualquier área, bajo los puntos ciegos de las cámaras.
Los capturados
Alberto Baten, el guardia capturado hace dos días, generó sospechas por abrir la puerta instantes después de hablar por teléfono. Él debe registrar a todos los que ingresan o egresan a pie y apoyar en la identificación del egreso de las madres y los hijos. El 6 de junio no lo hizo. Ese día no debía laborar, pero cambió su turno. Era su cumpleaños. A la enfermera Ana Reyes, una de las supervisoras de enfermería, el MP le señala de permitir la estadía de una persona vestida de enfermera ajena al área y que el libro de turnos bajo su cargo fue alterado para que pareciera que Leticia había sido recibida por el turno de la tarde. Reyes labora en el hospital desde 1994 y recibe cada fin de año una carta de felicitación por el buen desempeño de su trabajo.
Los dos detenidos están señalados de conspiración, incumplimiento de deberes y sustracción agravada. El próximo martes declararán ante el juez. Una tercera persona está pendiente de captura. También era responsable aquel día de la maternidad y ya había tenido una llamada de atención en 2003 porque durante su servicio una mujer se salió del hospital con su bebé sin pasar por el procedimiento de egreso. La persona no fue encontrada anteayer en el hospital porque pidió vacaciones.
Video con declaraciones de la señora Leticia Ispaché Reyes, madre del bebe robado:
Sin pistas
Los Bachez viven en una casa de madera, tapizada por dentro con plásticos y decorada con platos y fotos de calendarios.
En un cuarto está la cama, el ropero y la estufa. Ahí habría llegado a vivir el bebé al que su madre quería llamar Gerardo.
“Somos pobres, pero es nuestro hijo”, dice Leticia para justificar su deseo de recuperar al niño a pesar de sus condiciones.
Hugo cuenta que a su mujer se le pierde la mirada cuando se acuerda de la criatura. “Yo presiento que está bien, mi corazón me dice que está vivo”, dice ella. “Aunque sea grande yo espero volver a verlo”. Su marido reniega: “Por qué, si hay tanto muchachito, nos fue a pasar a nosotros. Siquiera la tía de ella no se hubiera tardado tanto…”.
La investigación del MP ha chocado contra un muro: no es posible saber quién es la mujer que huyó con el bebé. Por un lado, la resolución de las cámaras del Roosevelt es muy baja. Por otro, no hay acceso a un registro fotográfico nacional con el cual se pueda cotejar el rostro de la ladrona. En Guatemala no existe un programa de reconocimiento facial. Y las huellas impregnadas en la puerta por la que tantas veces salió la mujer del suéter rosado no hay con qué compararlas. El país tampoco cuenta con un sistema de reconocimiento de huellas dactilares.
La esperanza de los investigadores es obtener información útil por parte de los detenidos. O que alguien, al ver la fotografía de la ladrona, consiga reconocerla y aportar información útil. Aunque la investigación ha sido exhaustiva, está en el punto en el que comenzó: no saben quién se robó a ese bebé.
1 comentario:
impresionante nota y que bueno que hay personas como ustedes que han descubierto a estos malvados... Ahora que hay que darles una leccion ejemplar y responsabilizar tambien de esto a las autoridades que velan por la seguridad de los hospitales porque ellos son corresponsables al no hacer su trabajo como debe ser.
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